NUMBER FIVE / FALL 2001 - SPRING 2002

Poéticas de la multiplicidad:
Octavio Paz y Haroldo de Campos

 

Maria Esther Maciel,
Universidade Federal de Minas Gerais, Brazil

 

1

Fueron muchos los poetas latinoamericanos del siglo XX que se empeñaron en transformar sus obras æ por la práctica polivalente de la creación, de la reflexión crítica y de la traducción æ en una especie de ars combinatoria de signos culturales de tiempos, tradiciones y espacios diversos. Cosmopolitas, enciclopédicos, contemporáneos de todas las edades poéticas, autores como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Julio Cortázar, Lezama Lima, Alfonso Reyes, Severo Sarduy, Mário de Andrade, Haroldo de Campos, entre otros, burlaron las dicotomías entre universalismo y americanismo, identidad y alteridad, ruptura y tradición. Al insertar América Latina en el circuito global de los cambios creativos, a la par que pensando teóricamente esa inserción, contribuyeron a la apertura de la cultura latinoamericana al influjo de otras culturas occidentales y orientales, además de arrojarla al flujo de una universalidad también pluralizada y descentrada.

No por nada muchos de ellos eligieron metáforas cosmológicas para definir el trabajo textual. Borges, además de hacer de cada texto suyo un modelo del universo, véase la famosa "Biblioteca de Babel", se dedicó al tema mallarmeano del Gran Libro, especie de "transenciclopedia" galáctica, soma infinita de los saberes posibles. Lezama, con su cosmovisión barroca, construyó un sistema poético fundado en la proliferación de imágenes, buscando inventar, a través del lenguaje, un nuevo orden universal. Paz, afecto a la lógica analógica, no apenas convertió la expresión "signos en rotación" en una clave de lectura de su propia obra, como también creó poemas en los cuales la identidad disonante entre la página y el espacio estelar se coloca como base de su construcción, reeditando æ sólo que ahora desde el prisma de la idea de ruptura æ la idea secular del texto como doble del universo. Dicha metáfora también orienta la vasta obra de Haroldo de Campos, creador del poema-crítico Galáxias, una combinatoria convertible de signos barrocos, basado en la analogía del texto como viaje interestelar y viceversa. . Para no decir de su propuesta de una "historia constelar" de la literatura, que æ sopesadas las diferencias æ mantiene estrecha afinidad con la lectura hecha por Paz de los signos en rotación de la historia de la moderna poesía occidental, como veremos adelante.

Esa vocación cosmológica, manifiesta también æ de cierta manera æ en algunos autores del pasado, como por ejemplo Sor Juana Inés de la Cruz, es asociada por Severo Sarduy, en sus Ensayos generales sobre el barroco (1987), a una conciencia neobarroca de los escritores de nuestro continente. Éstos, seducidos por los rumbos cada vez más intrincados de la astronomía contemporánea, estarían reeditando æ de manera diferente, porque sintonizada con otra concepción del cosmos æ la empresa barroca de hacer del universo un desafío a la imaginación.

Si por un lado la teoría de Sarduy ofrece una lectura creativa de la compleja diversidad de varios poetas y prosistas latinoamericanos contemporáneos, sobre todo en lo que se refiere a la riqueza textual y a la pluralidad cambiante de sus obras, podríamos, por otro lado, añadir a ella otra constatación de orden más cultural: la que se refiere a la apertura que la estética latinoamericana siempre mantuvo con relación al otro, a la habilidad que ha demostrado en incorporar lo ajeno, lo extranjero. Tendencia que, aunque pueda remontar al siglo XVII, se evidencia de manera más explícita a lo largo del siglo XX.

Se puede decir que, si en un primer momento, el proceso de asimilación de alteridades se presentó básicamente frente a la cultura europea, las rutas de ese proceso fueron cambiándose en la medida en que el interés por el "otro" se extendió a otras tradiciones, legadas tanto del pasado precolonial de cada país latinoamericano, cuanto de las civilizaciones orientales o de las culturas excéntricas del Occidente. De lo que resultó una literatura híbrida y en descontinuo movimiento rumbo a una identidad cada vez más colmada de singularidades disonantes. Literatura que, aunque ha entrado en el flujo accidentado pero sucesivo de los estilos de época surgidos en Europa, subvierte la perspectiva linear del historicismo literario por configurarse siempre como otra cosa, por rebasar los límites del paradigma y barajar las referencias consagradas.

De ahí que Lezama Lima haya usado en sus apuntes críticos sobre la literatura latinoamericana la imagen carnavalizada del banquete, con el propósito de elucidar como esa literatura se constituye como una red, capaz de sumar y recrear imágenes residuales provenientes de otras tradiciones, lo que, según él, sólo es posible gracias a la voracidad y al "protoplasma incorporativo" del latinoamericano. [1]

Es, por tanto, desde el influjo de esa multiplicidad, que pretendo averiguar comparativamente algunos aspectos del trabajo crítico de Octavio Paz y Haroldo de Campos, considerando que al romper æ cada uno a su manera æ con el carácter meramente dual del juego cosmopolitismo y americanismo, Occidente y Oriente, construyeron una imagen plural y descentrada de América Latina, en la misma medida en que reinventaron el propio concepto de "universalidad", al no circunscribirlo al territorio delimitado y canonizado de la literatura occidental de sustrato europeo.

2

Movidos por la idea de que la confrontación y la asimilación de la diferencia se configuran como "un necesario ejercicio de autocrítica"[2], Octavio Paz y Haroldo de Campos han problematizado, a través de la creación poética, la reflexión crítica y la práctica traductoria, la red de relaciones que compone la literatura latinoamericana en su tránsito entre un cosmopolitismo sin fronteras y un americanismo hecho de matices y rizomas. Octavio Paz, por la vía analógica. Haroldo de Campos, por la vía antropofágica.

La analogía, vista no apenas como mera relación de semejanzas, sino como una tensión (movida por el juego de afinidades y disonancias) entre los términos, orienta el pensamiento y la obra del autor mexicano. No la exclusiva identidad ni tampoco la radical diferencia. Pero el juego, la relación. Flujo y reflujo, conjunción y disyunción, al mismo tiempo.

Es a partir de esa lógica analógica que contiene dentro de sí misma la idea de diferencia que el poeta mexicano construye su concepto de "otredad" (el reconocerse otro, sin dejar de ser lo mismo), en el cual las nociones de identidad y alteridad mantienen una relación dialógica y no excluyente. Concepto ese imprescindible para comprenderse el problema del choque entre la cultura latinoamericana y el legado extranjero, en la obra paziana. Y a lo cual se suma la idea amplia de "traducción", también comprendida como un ejercicio de "otredad".

Para Octavio Paz, que considera el siglo XX como "el siglo de las traducciones", no únicamente de textos, "sino de costumbres, religiones, danzas, artes eróticas y culinarias, modas y, en fin, de toda suerte de usos y prácticas" [4], ese trabajo traductorio también puede ser visto en la confrontación paradójica de la literatura latinoamericana con la tradición central de Occidente. Paradójica, porque es una confrontación constituida, simultáneamente, por incorporaciones y rupturas. Según él, al mismo tiempo que el latinoamericano participa en una cultura que, aunque lo excluya, también le pertenece, la incorpora críticamente, alterándola por el lado de la imaginación y a través del rescate creativo de su propio pasado precolonial y de otras voces culturales. En las palabras del autor:

El latinoamericano es un ser que ha vivido en los suburbios de Occidente, en las afueras de la historia. Al mismo tiempo, se siente (y es) parte de una tradición que, hasta hace poco, lo desdeñaba. (...) Cada obra latinoamericana es una prolongación y una transgresión de Occidente. [3]

Esa mirada atravesará la propia lectura que Paz emprende, en el libro Los hijos del limo, de la historia de la poesía moderna de Occidente (Occidente que aquí envuelve, evidentemente, la "occidentalidad paradójica de los latinoamericanos"); y aparecerá en Conjunciones y disyunciones, donde, con el pretexto de escribir un prefacio para el libro La nueva picardía mexicana, de Armando Jiménez, el poeta construye un inusitado tejido metafórico conforme va discutiendo los signos de la historia del mundo indoeuropeo y entrelazándolos analógicamente con varias expresiones de la cultura oriental: el hinduismo, el taoísmo, el islamismo y varias vertientes del budismo. Otro ejemplo sería el libro Sor Juana o las trampas de la fe, donde una autora mexicana del siglo XVII es revisitada a la luz de la "modernidad más moderna" en medio de un complejo juego analógico entre americanismo y cosmopolitismo, pasado y presente, continuidad y discontinuidad.

En el caso de este libro puede decirse que Paz construye una Sor Juana que se destaca tanto en el contexto de la literatura barroca de lengua hispánica como en el escenario de la moderna poesía occidental, además de crear para sí mismo (en aquella perspectiva de Borges en "Kafka y sus precursores"), su precursora hispanoamericana que, como tal, no le debe nada a los modernos poetas europeos, dado que el propio autor la compara con eminentes representantes de la "tradición de la ruptura", como Mallarmé y Valéry (en relación con los cuales habría tenido ella un carácter anticipador. Con ojos de poeta y lector del siglo XX, el escritor mexicano recorre toda la compleja estructura del México colonial del siglo XVII. Realiza, por lo tanto, un estudio reconfigurativo no sólo de la vida, de los textos y del contexto de la monja barroca, sino también de ciertas voces poéticas de la modernidad occidental. Estudio ese que constituye también, dentro de la lógica analógica del poeta, una labor de traducción.

De este modo, al insertar a América Latina en el amplio concierto de la literatura global, Paz, lejos de disolver las marcas diferenciales de nuestra literatura en relación con las demás, muestra que, exactamente, por estar al mismo tiempo en sintonía y disonancia con las demás, ella sustenta su propia especificidad. No una especificidad uniforme sino contradictoria, pluralizada y en movimiento. En este sentido, la expresión "búsqueda de identidad" le suena inadecuada, por considerar que lo que llamamos identidad "no es una cosa que se pueda tener, perder o recobrar, tampoco es una sustancia ni una esencia" [5], porque en ella resuenan siempre las voces diferenciales de la otredad. Es también en este sentido que el término "universal" se despoja, en sus consideraciones, de la dimensión cerrada, unitaria, que las antiguas cosmologías y la estética acuñaron. Paz toma la literatura universal más o menos como aquello que Severo Sarduy llamaba "un estallido en el cual los signos giran (...) sin que ninguna fórmula permita trazar sus líneas o seguir los mecanismos de su producción".[6] O sea un sistema intrincado de relaciones y en movimiento continuo.

Sosteniéndose de imágenes cosmológicas tanto para definir o infinitizar su concepción de poesía, como para leer æ desde una perspectiva a un tiempo sincrónica y diacrónica æ los signos en rotación de la poesía moderna occidental, Octavio Paz adopta, en cierta medida, la propuesta de "historia constelar" planteada por Haroldo de Campos. Es decir, una historia que entienda a la tradición como "un constante y renovado cuestionar de la diacronía por la sincronía" [7] y que evolucione "por líneas torcidas, por descontinuidades, por aparentes descaminos" [8]. Y si digo en cierta medida es por pensar en el carácter más radical que atraviesa las proposiciones del poeta-crítico brasileño, notadamente más pulverizante y más comprometido con lo que llamaría yo una lógica de la ruptura.

Si, así como Paz, Campos privilegia el barroco en su dimensión diferencial como una referencia para la modernidad estética latinoamericana y problematiza dialógicamente las dicotomías entre universal y nacional, identidad y diferencia, la manera como trata de esas cuestiones es distinta, por sustentarse no de la "ley de las correspondencias universales", sino más bien de la noción de antropofagia, creada por el poeta modernista brasileño Oswald de Andrade y transformada, ahora, en un concepto operacional.

La antropofagia, vista como el "pensamiento de la devoración crítica del legado cultural universal bajo la perspectiva del 'malo salvaje', devorador de blancos, antropófogo", es, según la crítica brasileña Leyla Perrone, lo que nos ha permitido "superar a angústia da influência, acabar com todo o complexo de inferioridade por ter vindo depois, resolver os problemas de má consciência patriótica que nos levaram a oscilar entre admiração beata da cultura européia e as reinvidicações estreitas e xenófobas pelo autenticamente nacional". Es, así, una vía alternativa y dialógica para el trato del juego nacional / extranjero, local/global, colonizado/colonizador, identidad / alteridad. Dialógica, porque basada en la idea de confrontación no maniqueísta entre los elementos relacionados y que muestra el papel activo, diferencial y no meramente receptivo, del colonizado en sus relaciones con el otro, los otros.

Se puede decir que, mientras Paz relativiza a un sólo tiempo las semejanzas y las diferencias de una relación, el poeta-crítico brasileño le da prioridad a la fuerza de las diferencias, en un proceso que él llama deglución crítica, o sea, la asimilación orgánica por parte de los escritores brasileños e hispanoamericanos del otro, del extranjero. En ese proceso, el devorador tritura (destruye) lo devorado, en la misma proporción en que lo incorpora y lo modifica de manera creativa.[9] Resulta, así, una otra concepción de traducción que guarda similitudes con la propuesta de Paz, por contener implícitamente la idea de "otredad", aunque vaciada de la dimensión ontológica que atraviesa los apuntes pazianos sobre el tema.

Es a partir de esa "razón antropofágica" que el poeta brasileño construye su concepto de "nacionalismo diferencial" y propone una "historia constelar" de la literatura brasileña: una historia no comprometida con lo que se ha convenido en llamar "auténticamente nacional" y que se desvíe de las ideas de evolución y continuidad. Propone, así, una historia que, sin prenderse a la sucesión de los estilos o al proceso de formación de una supuesta literatura nacional, incorpore lo que se quedó en los márgenes de la tradición, o sea, incorpore los autores atípicos y atópicos que rompieron con los modelos canonizados y mantuvieron una relación crítica, polémica, con su propio tiempo.

Rebelándose contra los historiadores que toman el "romanticismo" como el movimiento fundador de la literatura nacional brasileña y consideran la literatura barroca como un conjunto de expresiones literarias hechas de imitaciones del modelo peninsular, Campos ­ en contrapunto ­ elige el barroco de corte paródico, intertextual y satírico como el "no-origen fundador" de nuestra literatura. Muestra, bajo ese prisma, como los autores barrocos, anticipando los modernistas, "carnavalizaron" nuestra literatura y mantuvieron una relación crítica con el barroco europeo y el propio proceso de colonización. El barroco sería, así, según él, una "antitradición que pasa por las grietas de la historiografía oficial", una antitradición de nítida "vocación antropofágica".

Así, mientras Paz trata el barroco hispanoamericano como una tradición hecha de repeticiones y rupturas del modelo peninsular, Campos prefiere insertar el barroco brasileño (y por extensión el latinoamericano) en una zona de rupturas, por tomarlo predominantemente desde la perspectiva de la antropofagia, de la desconstrucción maxilar de la tradición.

Esa perspectiva atraviesa toda la lectura que Campos hace de la literatura brasileña e hispanoamericana, en sus períodos colonial y poscolonial, en la medida en que al escritor latinoamericano de todos los tiempos se le atribuye una "lógica expropriatoria y devoradora del ex-céntrico, del descentrado" [10], que lo vuelve una especie de "traductor diferencial de la tradición". Afirmación esta que recibe, en las reflexiones hechas por el poeta brasileño sobre los rumbos de la literatura contemporanea, una dimensión más compleja, porque basada en la idea de lo que él llama "redeglución planetaria", es decir, la antropofagia elevada al plano de la reciprocidad entre América Latina y Europa (una devorando a la otra). Ese movimiento empezó a darse, según él, en el momento en que "el europeo descubrió que no podía más escribir su prosa del mundo sin la contribución cada vez más avasalladora de la diferencia aportada por los voraces bárbaros alejandrinos" de nuestro continente. Por esa razón Campos pregunta:

Quem poderá agora ler Proust sem admitir Lezama Lima? Ler Mallarmé, hoje, sem considerar as hipóteses intertextuais de Trilce de Vallejo e Blanco de Octavio Paz? Ou contribuir para o 'poema universal progressivo' sem redeglutir a poesia concreta brasileira do grupo Noigandres? [11]

Sin lugar a dudas, muchas otras preguntas como ésas podrían ser aquí planteadas. Sobre todo porque tal movimiento de deglución intercultural , hecho de traducciones y retraducciones de alteridades cada vez más otras, toca también a las literaturas no-mediterráneas. Como añade Haroldo de Campos,

ingredientes orientais, hindus, chineses e japoneses, têm entrado no alambique 'sympoético' desses neo-alquimistas: em Tablada e Octavio Paz; nos 'senderos bifurcados'de Borges e nos ritos iniciáticos do Elizondo de Farabeuf; em Lezama e Severo Sarduy, em Oswald e na poesia concreta brasileira, por exemplo. [12]

El propio Haroldo de Campos podría ser insertado más explícitamente en ese rol de autores, una vez que sobre todo a través del trabajo de traducción hace mucho que viene investigando la poesía clásica china, el haikú y el teatro Nó japonés, con el propósito no apenas de alimentarse poéticamente, pero también de contribuir para los nuevos caminos de la poesía y de la crítica brasileñas. Movimiento este que ocurre de manera distinta en la obra de Paz, una vez que éste, nutrido de un interés que no se circunscribe al ámbito del lenguaje, incorporó visceralmente el legado oriental a su propia manera de pensar. Habiéndose enfrentado directamente æ por haber vivido en la India y pasado una temporada en el Japón æ a ese otro radical que Oriente re-presenta para un latinoamericano, el poeta mexicano no apenas aprovechó el legado poético de esas tradiciones, sino también demostró un profundo interés por los aspectos históricos, sociales y políticos de cada una de ellas.

Como hemos visto, los dos poetas-críticos, en la misma medida en que piensan la pluralidad contradictoria de la literatura de nuestro continente, también ejercen esa pluralidad, sea leyendo y traduciendo otras culturas, sea componiendo poemas proliferantes, como Blanco y Galáxias. Plantean, por esa misma razón, respuestas críticas tanto al logocentrismo occidental cuanto a la concepción evolutivo-linear de la historia literaria, relativizando conceptos y eliminando jerarquías. Por vías disímiles, señalan maneras inventivas de concebirse el diálogo de América Latina con otras culturas. Paz, como vimos, por tomarla, por la vía analógica, como una "occidentalidad" paradójica, que incorpora dinámicamente "el otro, los otros: el indio, las culturas precolombinas o traídas de África por los negros, la excentricidad de la herencia hispanoárabe, el carácter particular de nuestra historia"[13] . Y Campos, por tomarla, desde la óptica de la "redeglución planetaria", como un calderón transcultural donde coexisten ingredientes de todas las especies y procedencias.

(Traducción del portugués: Rômulo Monte Alto)


Notas

1. LIMA, 1988, p. 181.
2. CAMPOS. 1993, p. 255.
3. PAZ, 1992, p.135.
4. PAZ, 1985, p. 69.
5. Véase también el ensayo "Nosotros: los otros", Vuelta (junio de 1995, pp. 12-22).
6. SARDUY, 1987, p. 41.
7. CAMPOS. 1989, p. 63.
8. CAMPOS. 1993, p. 260.
9. Teoria desenvolvida especialmente no ensaio "Da razão antropofágica: diálogo e diferença na cultura brasileira".
10. CAMPOS. 1993, p. 261.
11. CAMPOS. 1993, p. 261.
12. CAMPOS. 1993, p. 250.
13. PAZ, 1990, pp. 41-42.


Referencias Bibliográficas

 

CAMPOS, Haroldo de. Galáxias. São Paulo: Ex-Libris, 1984.
CAMPOS, Haroldo de. "Da razão antropofágica: diálogo e diferença na cultura brasileira". Metalinguagem e outras metas. São Paulo: Perspectiva, 1993.
CAMPOS, Haroldo de. O seqüestro do barroco na formação da literatura bra-sileira. Salvador: Casa de Jorge Amado, 1989.
CAMPOS, Haroldo de e PAZ, Octavio. Transblanco. 1986. São Paulo: Siciliano, 1994.
LIMA, Lezama. A expressão americana. 1957. São Paulo: Brasiliense, 1988.
MACIEL, Maria Esther e CAMPOS, Haroldo de. Conversa sobre Octavio Paz. In: Nossa América. São Paulo: Memorial da América Latina, 1996, n.1.
PAZ, Octavio. "Centro móvil", El signo y el garabato. México: Joaquín Mortiz, 1992.
PAZ, Octavio. Pasión crítica. México: Seix Barral, 1985.
PAZ, Octavio. Hombres en su siglo. México: Seix Barral, 1990.
PAZ, Octavio. "América en plural y singular", Itinerário. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
PAZ, Octavio. "Nosotros: los otros", Vuelta. México, n. 223, jun.1995.
SARDUY, Severo. Ensayos generales sobre el barroco. México: Fondo de Cultura Econômica,1987.

 

 





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