Antología de poemas visuales de Xavier Canals
Llueve y brilla el sol en los Canales Xavier
Presentación de Carles Hac Mor
Escritor, poeta.
Cuando las pinzas de tender la ropa (que, tal como iremos viendo, no
son ninguna metáfora de nada), ya no caben en el cordel donde se
guardan, porque no hay ropa tendida en ninguna parte ni tampoco hay para
tender, entonces todas estas pinzas estan a punto para su disfunción
de gala y punto: no sostienen nada, no hay nada que se añada a,
digamos, el ser que cada una es individualmente.
¿Y si, de la retahíla de pinzas, aisláramos una,
estaríamos más cerca del espíritu de la pinza de tender
entendida genéricamente, cuya esencia idealista, sin embargo, no
existe desde la vertiente materialista, y pues, digamos antirománticamente,
no estaríamos ni más lejos ni más cerca de nada y
por lo tanto no estaríamos en ninguna parte y consecuentemente ni
siquiera nada seríamos y esto incluso cuestiona la misma existencia
de las susodichas pinzas de tender la ropa?
Por otra parte, un artefacto de secar la ropa deja obsoletas este tipo
de pinzas, que no obstante continúan existiendo, por lo menos como
un paradigma del diseño, del arte de hacer objetos pensados para
una función determinada, en el caso que nos ocupa una función
analítica de variable compleja: tender una ropa, que como se ha
visto es inexistente.
En efecto, entre la existencia y la no existencia es tal como nos presentamos
ante Xavier Canals y tal como éste se nos presenta, de ningún
modo con la pinza de tender la ropa un si es no es brossiana, sino con
la maravilla del artefacto de secar la ropa sin ropa para secar, lo que
nos remite, evidentemente, a esta entelequia, a la ropa que no tiene ni
artefacto que la seque ni pinzas que la tiendan, o sea, que la entiendan,
en el supuesto que no siempre hay que comprenderlo todo.
A Xavier Canals no le hacen falta ni la ropa ni las pinzas para tenderla:
no es ni de lejos uno de tantos subbrossitas. Él no es otro que
el asesino de si mismo, el vencedor en la lucha contra el dragón
dominado por don Joan Brossa, un referente ineludible: Canals es más
Xavier que Joan y menos Brossa que Canals. Tiene muy poco de Viladot y
de Iglésias del Marquet, y tampoco existen muchas concomitancias
con Calleja.
Clásico entre los clásicos, Canals es un punto y aparte
y también es un no-clásico al cual -todo hay que decirlo-
le estorban las clasificaciones de poesía visual y de poema acción,
que él tanto valora, por eso mismo lo ensombrecen desde poniente
-donde el sol languidece- puesto que Canals es sol naciente encubierto
por neblinas de poniente -para nada brossianas y completamente clásicas-
de la poesia visual, estas neblinas, si se desvanecieran que ya lo estan
haciendo, abrirían -por ahora permanece entreabierta- la puerta
de Xavier Canals.
¡Que al fin se abra de par en par este portalón! Veremos
un paisaje y no una postal, o una postal y no un paisaje, o un paisaje
por un agujero hecho en una postal!.
¡Fuera análisis y currículums y, en lugar de los
elogios, pongamos las manos en los bolsillos, o no, que no hayan ni manos,
ni bolsillos ni pantalones, ni pinzas de tender nada, ni poesía
visual, ni tan siquiera Xavier Canals! Que más que nada, se mire
bien mirado y digerido -o vomitado si cabe- lo que él ha hecho,
hace y hará.
De la hoja de papel a la pantalla de la infografía, de la poesía
visual al arte informático, nos transporta la puerta Canals, por
la que podemos entrar y salir mientras él hace explicaciones que
tienen valor por sí mismas, como las presentes, en las que resulta
que la puerta Canals, se abre a un canal que se bifurca en dos canales que a su vez se van bifurcando hasta formar una red
de canales, Canales Xavier, por
donde el sentido, el significado, no se sabe nunca si sube o baja, o sea,
circula por ellos, pasa por ellos y vuelve a pasar, arriba y abajo, por
los mismos canales ante la expectación de los
subcanales, una variante de los subbrossitas que abusan
de la poesía visual.
Paseándose alegremente por los canales,
al significante, que tiene forma de pinza para tender la ropa, se le quiere
aferrar lascivamente el significado, que acaba resbalándose, y esto
provoca la sonrisa del autor y de los que nadamos en el canal. ¡Lanzáros
a los canales! Este es el grito que profieren los
preferidos que en ellos no se ahogan.
Héte aquí lo que Canales se llevó:
la compenetración entre significante y significado, la significación,
que es ineludible pero que Xavier Canals la convierte en eludible, ¡y
tanto!: huye del sentido, nos hace huir de él, paradójicamente,
para poder permanecer en la cordura injertada con una visión enloquecida.
Y el resto, sí, lo que el viento se llevó y, no obstante,
permanecen las siluetas de montones de pinzas de tender la ropa: todas
las obras de Xavier Canals en las cuales leer es mirar y mirar es leer,
como sucede siempre, por más que aquí sucede más que
siempre.
En resumidas cuentas, todo se nos desvela cuando la A se transforma
en Z, cuando las plumillas se vuelven antropomórficas, cuando el
manifestante que blande una bandera huye de unos números que sintomáticamente
se transforman en una pareja de guardia civiles, cuando ser semental es
síntoma de ser mental y a la vez sentimental, cuando los temblores
de la caligrafía de los amantes nos llevan a escribir en la carretera
biografías navales en las que el blanco, el negro y todos los demás
colores se combinan en un trampantojo hecho con juegos de manos.
La especificidad de la obra de Xavier Canals es la no especificidad
que va tomando cuerpo específico al margen del abuso de la poesía
visual y de cualquier valoración que se pueda hacer de su trabajo:
no hay espectacularidad, todo está en los márgenes.
Los canales ahora son regueros. La lluvia no cesa.
Y de pronto ya no llueve y una mariposa se disfraza de alusión e
ilusión. ¿Dónde estamos? Respuesta: no estamos en
ninguna parte y ni siquiera somos. Son las obras -diríase que parecen
poemas visuales- las que son aquello que no somos en la red de canales, en la red informática.
Ahora me doy cuenta de que -parafraseando a Xavier Canals- he caído
a babor y a estribor mientras hacía pruebas de velocidad con mis
máquinas, que retroceden con toda su fuerza. Y comprendo que todo
es visto y no visto, en estas imágenes ambiguas y que la bestia
está configurada por la bella para permitirme ver que puedo reparar
en mucho más de lo que percibo normalmente.
Vislumbro como el agua de los canales es un espejo
donde al reflejarse en él el cielo, muestra todo un conjunto de
canales Xavier entre las nubes. Y esto significa que
afortunadamente va a a volver a llover. Si, ya llueve otra vez. ¡Ah!
¡Y no hay ningún resguardo!